...versos que nunca llegarán a nada...
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"...Camino obscuro y triste y escabroso
recorre mi pie herido.
-¿Qué buscas?
-Nada ya: sólo el reposo.
-¿A do vas?
-Al olvido..."
Arístides Pongilioni
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"...Camino obscuro y triste y escabroso
recorre mi pie herido.
-¿Qué buscas?
-Nada ya: sólo el reposo.
-¿A do vas?
-Al olvido..."
Arístides Pongilioni
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De lo irreal a lo real
La meta es el olvido.
Yo he llegado antes.
Jorge Luis Borges.
Imagina un otoño con vestido
gris envuelto en su manto de tormenta.
Imagíname a mí. Imagina un sol
terminado, sin tiempo, sin papel
donde escribirse, sin palabras nuevas
que gobiernen la luz que iluminaba
el lápiz de mis huidas. Imagina
un poeta que, muerto en vida, sufre
de soledad suicida sin la música
que antaño acompañaba con sus versos
lo que cualquier poeta siente dentro.
Imagina la mano del amor
gastada, polvo, arenas que se esparcen
en alta mar y, enteras, se diluyen.
Imagina las lágrimas que quedan
vertidas en desiertos inventados
-en la mar las arenas de la espera;
lágrimas en desiertos inventados-.
Imagina que soy como el revés
completo, que no siento lo que escribo
ni escribo lo que siento por problemas
de intendencia. Imagíname aburrido,
vencido en la batalla de mis letras.
Imagina apagada mi poesía.
Pero de vez en cuando miro atrás
y me veo escribiendo lo que soy,
trenzando esas palabras que me salvan
a la vez que al poema que me puede.
No puedo remediarlo. Sigo haciendo
de lo que soy mis versos aun sabiendo
que consumado y consumido son
similares conceptos en poetas
mudos, en los que ven en todo verso
un empezar de nuevo, un nacimiento
con su duelo de parto, con su llanto,
y con la desnudez de hombre sencillo.
Horas, pasos, dolor; y mis palabras.
No lo creo. No creo que la meta
sea el olvido, sino el no existir.
Y yo no existo. Ya he llegado. Antes.
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Anosognosia
No va a inventar la poesía nada
que no se quiera que se invente, nada
que no provenga de un misterio, nada
que por sí no reviva nunca nada.
Yo, sin embargo, pongo empeño en todo
lo que he perdido en mi palabra, en todo
lo que he sentido al escribir. Si en todo
lo derramado en un papel, si todo
lo encontrado debajo de mis versos
no es más que duelo encasillado en versos
no estamos pues haciendo poesía.
La poesía no es contar los versos
con los dedos, ni hacer que vengan versos.
El dolor inconsciente es poesía.
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Digo mal si maldigo mi existencia
Digo mal si maldigo lo que digo.
Maldigo mi existencia. Aquella mezcla
de tierra y agua desorganizada,
una vez ordenada, la maldigo;
lo imaginado previo a mis orígenes,
la información en que consisto –voz
que es eco de mi llanto-; aquella lágrima
inefable que fui; persona intuida,
desde prólogo de hombre hasta su epílogo;
el poema que soy, mi muerte escrita
en el último tomo de mi vida
-la misma que describo en el primero-,
lo que soy, lo que fui, lo que seré,
lo maldigo. Maldigo lo que escribo,
lo que fluye de adentro (oscuridad
que ilumino con versos no leídos);
mis manos que hablan, mi mirada ciega
fija en nada –sostén de lo que soy-.
Maldigo la sonrisa que he olvidado
que antes me acompañaba; la tristeza;
y hasta maldigo aquí la maldición
de decir que maldigo lo que digo.
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Sobre la noche blanca
Às vezes no silêncio da noite…
Caetano Veloso
A veces, el silencio de la noche
blanca me llama y hago oídos sordos
a su reclamo. Busca en mí (y no quiero)
la compañía en soledad que cree
que puedo darle con palabras puentes
permitiendo el contacto entre ella y yo.
Mis palabras oscuras no hacen más
que ensuciar su pureza; y quien las lee
sólo siente tristezas que me invaden.
Y eso no es bueno. No permiten ver
lo que se lleva dentro. Y es por eso
por lo que ya no escribo. No merece
la pena este sentir en poesía.
Y ya no gasto más mi tiempo en esto,
en manchar con palabras su blancura.
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Salvadora
Yo no soy traidor a mi única
patria que es la poesía.
José Hierro.
No quiero serla, nunca quise serla,
ni acento, ni palabra para nadie,
nunca. Escribo poemas porque tengo
papel y lápiz, tiempo que gastar
y una tristeza inusitada, oscura,
dolosamente amarga tras la risa
que no entiendo, que suelta velos negros
ocultando el vacío que hay en mí.
Y porque así me encuentro, porque soy.
Nada puede salvar este poema.
No hay palabra que lo haga. No la escribo
porque no existe en mí, ni quiero serla.
Soy la que no se encuentra en el poema,
la que buscan que no hay, la salvadora.
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La pregunta de siempre
Cuál será peor camino:
el que me lleva al recuerdo
o el que me lleva al olvido.
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Para nadie y el hombre terminado
Entre el dolor que me reside encuentro
sólo arenas que he ido derramando
sobre papeles de agua y para nadie.
Oculto me hallo dentro de esos llantos.
No trates de buscarme en esos versos
que fui gastando con mi tiempo escrito
sino en las sombras de silencios blancos
que de mí rezumaron y te hablaron
antes que los papeles se derramen.
Ya es demasiado tarde para darme
de nuevo a las palabras que definen
lo que soy -lo que fui y mis sentimientos-
porque todo ha tornado a mi huida
en mis poemas para nadie escritos
para intentar salir de para nadie.
Y es que esta oscuridad de estrellas duele.
Ya es tarde porque un velo oscuro y triste
con su duelo mis labios acallaron,
y porque ya no canto. Ya no canto.
También,
entre el dolor que me atosiga, encuentro
estos últimos versos para nadie
emanando de un hombre terminado.
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Donde habita el olvido
Despacio, sin la prisa de la hoguera,
tengo toda una muerte en mí para irme
yendo. No me apresures, deja aquí
mi cuerpo. Y cúbreme con el olvido;
abrígame del frío de su abrazo.
Si algo se ha de quemar que sean versos,
los míos, a mi lado, que su lumbre
me devuelva el calor que yo les di
y me ilumine en esta oscuridad
que, poco a poco, iré, en palabras, siendo.
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Soledad entre redes
He vivido amor y olvido
fuera y dentro de mi cuerpo.
Nada tanto me ha dolido.
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Teorema
Teoremas
me construyen
lo que somos,
comprendiéndolo
-donde estoy-.
Un poema
me demuestra
lo que somos
-lo que entiendo:
lo que soy-.
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Lo que a solas, de mí, hayas pensado.
De esta vida no puedo darte nada
porque está malgastada; de la eterna,
y de la vida que me resta, menos,
pues no existen. Decide tú la vida
que quieras que te postre por saber
lo que a solas,
de mí,
hayas pensado.
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Suspiros
No cuando te sueño amando
soy la que sueña.
No a decirte en un momento
lo que yo sienta.
No a llorar entre tus manos
cuando yo quiera.
No cuando te sueño amando
soy la que sueña.
No a decirte en un segundo
lo que yo sienta.
No cuando te sueño amando
soy la que sueña.
No cuando te pienso amando
soy la que piensa.
No a sentirte de memoria
cuando me duerma.
No a tragarme mis suspiros
cuando me duela.
No cuando te pienso amando
soy la que piensa.
No a sentirte de memoria
cuando me duerma.
No cuando te pienso amando
soy la que piensa.
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Poema sombrío
¿De quién la sombra de quien hablo? En mí
atardece el poema y torna a oscuro
como esas cosas que no puedo ver
si no es perdiendo la mirada en nada;
ya no puedo atisbar la luz que a mí
me define: ¿qué sombra soy?, ¿y de quién?
Como sombra que soy busco una sombra
en la que desaparecer, oscura,
con la que no se pueda distinguir
siquiera los perfiles que me abarcan,
mis límites de afuera. Como sombra
que soy me sumo a la de mis miradas
perdidas; formo nubes de penumbras
pronunciadas por cantos que me invento
con alientos de voces de mentira,
las de la poesía, que atormentan
cada momento de esta espera de humo.
Cada paso que doy con mis palabras
brotando del silencio que me invade
lo doy en busca de una nueva imagen
en la que pueda desaparecer,
una imagen creada en mi conciencia.
El seguir siendo sombra de una sombra
es lo que me permite el esbozarme
en no sé qué ni en quién, pero insondable
en poemas sombríos que me ahuyentan.
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Sin importancia
Nada de lo que siento cuando vienes
a presentarte importa. Nada importa.
Nada de lo que soy contigo importa.
Contigo soy olvido y no recuerdo,
poema de agonía, esquela sin palabras,
momento que ha dejado de existir
escrito sobre un tiempo consumado
que hace de mí un vacío de esperanza.
Contigo me permito ser la duda,
la incertidumbre de llegar a ser
nada (y no la de no llegar a ser
nada) misma, sin miedo a conocer
si es al mismo vacío al que regrese
o me sumo al olvido sin remedio.
Nada de lo que soy contigo importa.
Contigo, poesía, puedo ser
lo que me invento: el hombre derrotado
por las palabras que no encuentro no:
la derrota que siento es lo que soy.
Nada de lo que invento es importante:
dejar de serte, cuando nos amamos,
el poder escribírtelo al oído…
no importa, nada importa. Nada importa.
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Olvidando lo oscuro
La soledad, no el sueño, es el retrato
más vivo de la muerte.
Rafael Montesinos
No es hermoso escribir este poema,
ahora que el olvido va encendiendo
lo oscuro, sin saber que al escribir
se es consciente del tiempo que ha pasado
por uno mismo; de uno mismo en sí.
Yo seguiré escribiendo iguales cosas
que nadie entienda a ser sentidas dentro:
del precio que tenemos que pagar
por saber que tenemos que pagar
ese precio; de amparos en palabras
surgidas de la angustia de un sin fin
de fines que ya llegan; de esperanzas
como aguas que se secan en mis manos
-me temo- por mi propio aliento gélido;
de certidumbre y desamparo inútil;
de la verdad que no he vivido aún…
Y no puedo escribir sobre las cosas
que sí he sentido, donde sí hay respuesta
a tanto llanto escrito para nada,
de una vida gastada y sin historia,
con un final que ya me está asumiendo.
No es hermoso escribir este poema.
No me pidas que te hable de la muerte,
mi vida.
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El poema buscado
Hay un poema que me esconde dentro,
un proyecto de tiempo acompasado,
una parte de mí que aún no encuentro.
Hay un poema del que me sostengo
y me aferra al papel oscuramente,
una parte de mí que aún no siento.
Un poema que vuelve a lo vivido,
que quiebra con mi tiempo mi silencio,
soportado en palabras encendidas
que pretenden prender perpetuos páramos
para dejar constancia de lo humano
y lo poético; un poema amargo
como el tiempo que, gris, se va gastando;
que vive entre mis miedos olvidados
-donde hallo mi sustento-, y que lo soy.
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Mis monedas de sangre
Me parece mentira tanta arena
derramada en palabras mal escritas,
tanto tiempo acabado, tanto amor
deshabitado que he portado tristemente
cuesta arriba de mí sintiendo tanto
desaliento pueril y desamparo.
No parece que sea cierto tanta desidia
alumbrando las manos que sostienen
el duelo de unos ojos mudos viendo
silencios rebrotando de mi boca,
tanto llanto agotado; tanta nada.
Ya no me están iluminando luces
de bohemia, alegría de mis aguas oscuras
mojando páginas no escritas nunca.
Tanta mentira, tanto engaño propio…
No parecen que sean de verdad
tantos poemas tan antiguos llenos
de despojos, retales de mí mismo;
tanta lágrima seca entre las grietas
de mi rostro de estatua muerta, usando
mi soledad –la más antigua y dura
de todas mis defensas- para darme
como adepto y poder pagar así
nuestro precio pactado, lo debido,
mis monedas de sangre, tanta muerte.
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Sordomundo
Hacia qué paramera
me encamino,
qué rosas del desierto
en mí cultivo,
qué aguas oscuras vierto,
qué aires tiño,
qué silencios pronuncio
en lo que digo.
Qué palabras gobiernan lo que soy,
qué tiempo agotas cuando estás conmigo,
qué música es la que oigo displicente,
qué indiferencia nace en todo olvido.
Qué luz ya sin aliento en mí se apaga.
Qué sordo el mundo ante mis propios gritos.
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Perdido en la palabra libro
Tiene libros como hombres en vitrinas,
paraísos oscuros donde intenta
encontrarse encontrándome, escribiéndose
las mismas cosas que ellos se escribieron.
Solo en la soledad de un libro abierto
trenza los hilos que unen la tristeza
con el papel usando poesía.
Se registra en palabras que aprendió
a leer, superados los cristales
del silencio, al quitarse sucios años
de encima con sus libros entendidos;
años de pesadumbre, miserables.
Y ahora, se refugia en esos libros
de agua, mojados, para nada y nadie,
cuando no sabe que anda en mí perdido.
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