El último poema de este libro
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De lo irreal a lo real
La meta es el olvido.
Yo he llegado antes.
Jorge Luis Borges.
Imagina un otoño con vestido
gris envuelto en su manto de tormenta.
Imagíname a mí. Imagina un sol
terminado, sin tiempo, sin papel
donde escribirse, sin palabras nuevas
que gobiernen la luz que iluminaba
el lápiz de mis huidas. Imagina
un poeta que, muerto en vida, sufre
de soledad suicida sin la música
que antaño acompañaba con sus versos
lo que cualquier poeta siente dentro.
Imagina la mano del amor
gastada, polvo, arenas que se esparcen
en alta mar y, enteras, se diluyen.
Imagina las lágrimas que quedan
vertidas en desiertos inventados
-en la mar las arenas de la espera;
lágrimas en desiertos inventados-.
Imagina que soy como el revés
completo, que no siento lo que escribo
ni escribo lo que siento por problemas
de intendencia. Imagíname aburrido,
vencido en la batalla de mis letras.
Imagina apagada mi poesía.
Pero de vez en cuando miro atrás
y me veo escribiendo lo que soy,
trenzando esas palabras que me salvan
a la vez que al poema que me puede.
No puedo remediarlo. Sigo haciendo
de lo que soy mis versos aun sabiendo
que consumado y consumido son
similares conceptos en poetas
mudos, en los que ven en todo verso
un empezar de nuevo, un nacimiento
con su duelo de parto, con su llanto,
y con la desnudez de hombre sencillo.
Horas, pasos, dolor; y mis palabras.
No lo creo. No creo que la meta
sea el olvido, sino el no existir.
Y yo no existo. Ya he llegado. Antes.
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