Quién ese espantapájaros siniestro; qué pájaros espanta; qué adjetivos.

 

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 Crisis de identidad 

 

"La poesía es la distancia

más corta entre dos espíritus." 

José Hierro.

Definitivamente, asumiré

 que alguien me habita, irremediablemente,

que desconozco y que me vive entero.

Asumiré definitivamente

que no soy solo. Pero quién recuerda,

quién rememora la primera vez

que se le reveló, al leerlo, un libro;

quién con palabras en lacinias de agua

se obstina en anegar el espejismo

incierto en las arenas de la espera;

quién con semblante de espantajo asiste

con lágrimas a pájaros sedientos,

y con el trigo negro de sus manos

a los cuervos del tiempo que no queda.

                  

Quién del recuerdo escribe este poema

y de letras lo viste oscureciéndolo.

                      

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Y ahora me sonríe...

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Morituri consequi

 

                       

Busco aquella palabra

que al verso sea igual

que al oído el silencio.

                            

Y no la encuentro.

                

                       Busco

la página borrada

por el paso exorable

del tiempo, donde un día fui soñado

por la tinta que soy

-hoy no son más que letras que se esparcen

por el suelo como hojas otoñales

del árbol viejo y seco del silencio-.

 

Y no la encuentro.

               

 

                                 Busco

los vapores del aire que abrazaron

mis palabras, llevándoselas, otra vez, para adentro,

huyéndome; hacia dentro.

                      

                                              Y los encuentro.

                      

Lo que duela el morir buscando es lo de menos.

                         

Si escribo es porque vivo en este y de este reino

cada vez que mi sueño es de un despierto

                       

-cada vez que mi sueño es más desierto-.

                           

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Desde el infierno

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Tus versos rotos

 

"...el infierno soy yo."

Ángeles Mora 

De la tremenda herida de tu pluma

brota tu último aliento ensangrentado

que tus manos reciclan de mi voz

rompiendo este silencio de humo pálido.

Hoy tu palabra es ya pasado -tiempo

yerto- que no conozco cuando la hablo

con labios temblorosos por mis miedos;

lágrima destrozada; desamparo

y llanto. Este papel, tu sepultura

actual. Y este poema tu sudario.

        

Hoy se han roto tus versos. Y mi tiempo

han mis manos al suelo derramado.

        

¿No me van a doler tus versos rotos

si hasta mi poesía me hace daño?

          

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También aquí se equivocó tu Dios

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Seroja de memoria

 

 

Estos días azules y este sol de la infancia…

 

Antonio Machado.

 

 

No sé por qué está escrito que eres polvo

 

si en verdad eres agua que con tu óbito

 

se sublima y condensa en mi tristeza

 

al ver que caes en parva seca y no

 

la reverdeces. Y como hojas mustias

 

que entre páginas guardo junto a líneas

 

que cantan “para no olvidar el bello

 

instante que me acabas de otorgar,

 

entre las rosas de este libro guardo

 

la seroja caída de tus manos

 

en mis manos con llanto tembloroso”,

 

marchito está también aquel momento

 

que ni puedo ni quiero recordar

 

(y es que el agua que soy –mi soledad-

 

se va perdiendo inexorablemente

 

para caer en pasto seco y yermo).

 

     

 

Si no fuera por este día azul

 

y este sol de mi infancia evaporada

 

no hubiera mi palabra del papel

 

surgido y, sola, escrito este poema.

 

       

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De una conversación con Gustavo

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Apostasía

(Como sé que te gustan los silencios 

 déjame a mí primero explicarme)   

Pues aunque no hay duda de que existe Dios,

no estaremos plenamente seguros

si no salimos antes de su infierno.

Gaspar Moisés Gómez

 

Mucho tiempo hace ya que estoy viviendo

la muerte de otros y muriendo solo

 mi propia vida amargamente lenta.

 No digo que haya sido inútil todo

 lo vivido (de todo, sólo queda   

 aquello transformado en puro instinto), 

 digo que me interesa poco aquellos 

 años de juventud pasados y otros 

 de temperada madurez, de infancia, 

 más que vacía, inexistente.

 

                                                   Nada  

 de lo sentido me interesa -sé 

 que sólo son palabras mal escritas 

 sobre símbolos grises de tristeza-.   

                              

 

 

 Pero hoy la he visto.

                                      Yo también la he visto. 

 La he visto y me ha mirado.

                                                  A mí. 

                                                             También.   

                                     

 

 

Hoy sí que ya no creo en Dios.

                                                       Tu Dios.

                                       

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Más ceniza por llover

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Miento mi lluvia en vano

 

Mi intención siempre fue muy por delante

de lo que hacen mis manos cuando escriben

señalando otro rastro acompasado

de la tristeza pretendida y lenta

con la que espero su venida. Y mienten

al querer redimirme con palabras

sin esperar a cambio nada. Quieren

hacer llover mis leves gotas de agua

como tormenta en un papel mojado.

 

Cuando asomo mis manos al balcón

para sentir mi lluvia, estoy sintiendo

las lágrimas que soy en la metáfora

que me destroza y me reúne. Y miento;

pero no digo en dónde estoy mintiendo.

            

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Un poema es aquello que describe lo que en prosa no puede describirse.

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Mi oficio

  

Con tristeza de bosque incinerado

y con la lira incierta de agua, canto

lo que en el agua escribo con mis manos

de arena (no se creerá jamás

porque nunca se lee lo que escribo

sino aquello que no, pero es que siento

que estas palabras son de arena lisa

que esparzo aquí, y que el pie desamparado

imprime –otra cosa es el asombro

al comprobar que son mis propias huellas

llenando mi poema con lo andado-

marcando mi desierto con veredas

que ni vienen ni van a ningún lado).

                  

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Soledad en soledad

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Ya con lo ya tenido

Solo, con trazos, trece trozos; trizas.

  

Sólo con trece trizas, trozos; trazos.

Sólo con trizas, trazos, trozos; trece.

Sólo con trizas, trazos, trece trozos.

    

Solo, con trazos, trece trozos. Trizas.

    

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"Seré cuando...

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Cuando

Cuando invente castillos con arenas

que mis manos cansadas recogen de la inmensa

y translúcida orilla de un poema.

 

Cuando escindan los llantos

profundos que navegan en balandras

de papel sobre un mar embravecido

por ondas semejantes a pensamientos claros.

  

Cuando surjan del cielo pájaros presentidos,

aves que vuelen ávidas de vanos vientos nuevos.

  

Cuando la noche intensa

marque profusas cruces cárdenas en mi estancia

y señale el angosto camino que conduzca

a la trágica y mágica tristeza.

  

Cuando versos borrados

caigan de entre mis dedos carentes de recuerdos.

  

Cuando el inevitable pasar del tiempo aparte

y aleje la memoria en que consisto.

    

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Conciencia sola

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Reloj de tristeza

 

Los segundos de niebla que transcurren,

a la vez que de luz lo que soy visten,

de oscuridad me llenan lo que veo

reflejado en mi espejo de tristeza,

de súbita tristeza inadvertida

que lentamente va apagando el tiempo

en que consisto: mi conciencia sola.

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Verde desesperanza

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Tercera negación

Me refugié en los libros porque vi

a la muerte tender su mano haciendo

una señal hacia el camino hermoso

que llega a la modesta poesía

-aunque tengo muy claro que me hubiera

dirigido a cualquiera señalado,

¿o no sabe que sé hacia dónde van?-.

Tomar ese camino es fácil. Sólo

tienes que dar palabra a lo sentido

y no darle sentido a la palabra

que tú le has dado, porque nada tiene

sentido. Nada. Y menos estas letras.

     

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Violeta melancolía

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Segunda negación

Qué será ya no de esto de aquí escrito

ni de todo lo que he leído en libros

y en el mar -qué será del mar; mi mar-,

sino de este momento, me pregunto,

cuando el sol se consuma. -Y que lo hará-.

Qué será de mi tiempo, y de mis rosas

-mis rosas-.

                       Qué es la poesía entonces.

      

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Azul tristeza

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Primera negación

El que no veo en el espejo -el zafo-

cuando me asomo alguna que otra vez

-pero que muy de vez en cuando-, ése,

con barbas de no sé ya cuántos días,

con la bohemia de no sé ya cuántas

prisas, con la tristeza de no sé

ya cuántos libros, ése es el que escribe

tus versos dibujándolos de azul.

           

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Poema flamenco.

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Cinco almas y tres negras.

Después.

                    Sólo después de haber escrito

un poema mi cuerpo deja paso

a los sentidos siendo -muy- capaz

de llegar a sentir el alma.

                                               -Mi alma-.

Ser capaz de sentir el alma -tu alma

esta vez; qué hermosura; y qué mentira-.

De poeta siniestro que comprende

la fragua, la alegría de la trilla,

y la jondura de la mina negra

-y así de negra- veo yo la mía.

Eso me espera ahora.

                                         Mi alma.

                                                          Negra.

       

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Para nada sirvió el conjuro nocturno

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Los ojos que no me miraron

Intenté acristalar en mi sentido

la niebla pronunciada por mis manos

y así evitar de nuevo abrir las puertas

al duelo lento que se oculta en medio

de lo que soy (muy dentro) y lo que no.

La oscuridad me hablaba lluvias grises;

yo olvidaba mi manto de tormenta.

Yo ya no puedo ver azafranales

en lo que escribo y soy. Pero esta Luna

que acompaña la noche me está haciendo

agua todos los vidrios del sentido

y me hace ver que pertenezco al Hombre,

y que la Luna es roja, el cielo verde,

y veo negro todo lo demás.

                       

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Al final, el final.

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Sin fonía verde

No estoy aquí para decir qué pienso.

Vine para llorarte todo aquello

que no interesa: lo que siento ahora

(en el ahora en que el vivir consiste).

No, no voy a decir que ajeno al mundo

de la literatura estuve y siempre

estaré. Que este mundo no es el mío.

Que soy un espontáneo que canta

con lo que descubrí, en mi lenta infancia,

dentro de las palabras; con mi acento

forjado en esta fragua que encendí

cuando aprendí a leer, sin yo saberlo;

y con lo que me habéis, en libros, dado.

Sólo vierto mi llanto en los papeles,

tan tristemente escritos, que tenéis

entre las manos, que antes en las mías

estuvieron y el miedo sujetaba.

Tanto  me gustaría que os hundierais

en la profundidad calé que tiene

que aquí os lo entrego.  Haced lo que queráis

con él, pues ya está escrito, ya cantado.

Y tan abierto como que es ya vuestro.

                                    

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Todo el tiempo -en versos- fue en vano.

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Lenta despedida

"¡Dios mío, qué solos

se quedan los muertos!"

Gustavo Adolfo Bécquer

¡Qué sola vaga mi vivida muerte!

 

¿Y quién mejor que yo para vivir

mi única y propia muerte? ¿Y quién mejor

para morirla?

                       De los tipos -todos-

de soledades que hay, sólo el poeta

las siente todas;

                             y esta -incluso- absurda

soledad inventada y desdeñada

(tan viva) que el saber que el tiempo -en versos-

fue en vano me produce.

                                          ¡Dios, qué solos

se quedan los poetas que, aún vivos,

se sienten muertos! ¡Dios, qué solos!...

                                                                  Sólo.

 

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Contar qué siento y que no sé.

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Atado al fino umbral del duelo

"... cuando siento no escribo."

Gustavo Adolfo Bécquer

Atado al fino umbral del duelo, atado

por la tanza que trenzo con mi aliento,

solo, vivo; o, tal vez, aquí muriendo.

 

Ya nada dice el hombre que no sepa.

Nada ya. Ningunean sus palabras

lo que soy en mis oídos.

                                         Y eso escribo

-ardua tarea es el contar qué siento

y que no sé-.

 

                        Si siento, no te escribo;

si escribo, no te siento. Incertidumbre

es mi nombre y mi símbolo. Mi signo

son estas amapolas grises que, antes

de que sangren sus lágrimas de mar

y espera en mí, desalentado dejo;

y te derramo aquí, sujeto al fino

umbral que te separa a ti del duelo.

 

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La castellana siempre perdiendo...

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La cruz a contraluz

(Por alboreá)

I

La luna ha salido

y no puedo verla;

la oculta tu cara;

la cubre mi pena.

 

¡Costaleros, echadlo a tierra!

 

¡Dejadlo que me lo alumbre

la luna llena!

 

II

Y -al verte clavadas

tus manos, tus piernas-

la luna ha salido

y ni puedo verla.

 

¡Costaleros, llevadlo a cuestas!

 

¡Llevadlo que su familia

siempre le espera!

 

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Dí qué escribo...

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Un folio

Yo, este carmen, lo siento.

Me sumo en ese aroma

de hojas secas mojadas.

De la fuente del sueño

encharcado de otoños

de donde el tiempo brota,

tornándose en sonidos

que guardo entre silencios,

saciar mi sed pretendo.

 

Esto tiene este carmen

y pocas cosas más:

pasiones en macetas

con flores de tristeza,

una mesa de mar,

el lápiz de mi huida

y una silla de enea

desde donde navego.

¿Qué escribo? ¿Dí qué escribo?

 

Si un folio es la cancela

del carmen que frecuento

y al que, entre estos barrotes,

azulmente me asomo,

¿qué escribo?,  ¿dí qué escribo

si entre herrajes lo siento?

 

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