Refugiado en mi olvido
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El tiempo de papel
Nunca creí que alguna vez pudiera
odiar un libro. Más que me obstiné
en convencerme que era el paso cruel
de mi tiempo –que va apagando fuerzas
propias de juventud-, por más que quise
derramar mis recuerdos como gotas
sobre papeles rotos e inservibles,
por más intentos por estar en paz
con mi muerte, esperándola desnudo
e inmerso en llantos –tal y como vine-,
por más que lo acuné entre las cadencias
que envolví con palabras propias, más
que quise que lo amaran como yo
lo amé sin darme cuenta de que no era
susceptible de ser amado hasta ahora,
un libro donde el tiempo fue hemorragia
de lo que quiero prescindir de mí,
donde aparezco igual que en el espejo
que refleja la imagen luminosa
de aquello que desdeño ser, la parte
de mí en donde no quiero estar, mi miedo
escrito con la tinta que mi tiempo
me otorga; un libro mudo y quieto, en blanco,
lleno de nada y duelos e ilusiones
que ansiaba compartir; un libro muerto
antes de que naciera, que recoge
lo que soy cuando escribo, nuestras nadas
compartidas con nadie; inexistente.
Nunca creí que alguna vez pudiera
odiar un libro usando poesía,
el que me hace sentir abandonado,
lleno de soledades inventadas,
de humos de lo que fui, de lo que soy.
Ahora, arrepentido, sé que nunca
tuve que haberlo escrito, que tenía
que haber dejado al tiempo que pasara
de largo ante el papel que me define
y seguir refugiado aquí, en mi olvido.
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antonio -
GABI -